La tecnología está cambiando nuestro mundo. Sobre todo, nuestra manera de ver el mundo. Independientemente de si creemos que estamos en la cuarta revolución, en una era de cambio o en un cambio de era, lo cierto es que la vida nos está cambiando mucho y constantemente.
El mayor reto que se nos presenta frente a la transformación tecnológica es cómo la afrontamos: si la entendemos como un mal inevitable que nos va a pasar por encima o si la entendemos como una herramienta creada, adaptada y adoptada por nosotros, que nos permita ser mejores humanos. Y eso afecta a cómo nos formamos como individuos y desde luego, como organizaciones.
Margarita Álvarez P de Zabalza, en i love learnig 2020
Está cambiando nuestro ocio, nuestra forma de escuchar música, de ver cine, de consumir, de hacer deporte… Y está cambiando el mundo empresarial.
Y el cambio es bueno. Siempre vamos a mejor a largo plazo. Pero ahora, en estos momentos de transformación profunda y a una velocidad nunca vista antes, es importante que paremos a ver lo que ha cambiado y lo que no. Lo que debe cambiar y lo que no. Lo que pertenece a nuestra esencia y lo que no puede ser sustituido.
Lo que está claro es que la tecnología está cambiando nuestro mundo, y cómo la entendamos y la adoptemos va a suponer una gran diferencia.
Hoy es la tecnología, son los algoritmos los que rigen muchas de las decisiones que tomamos a diario. Pero a pesar de que son más rápidos que nosotros, aún tienen carencias importantes. De hecho, pasan por alto consideraciones que nuestro cerebro hace de manera inmediata en décimas de segundo con nuestro sistema límbico.
Y sin embargo los algoritmos van a formar y forman parte ya de nuestra vida. Conforman nuestro día a día.
La tecnología nos permite cosas que jamás hubiéramos podido soñar. Podemos hacer negocios a miles de kilómetros de distancia, nos permite comprar una casa sin salir de la nuestra y haciendo una visita virtual, nuestro teléfono nos recomienda la mejor ruta a un punto en concreto con información del tráfico en directo, o nos permite, a través de plataformas como Netex learningCloud, conocer y aprender de temáticas y personas que antes no eran ni imaginables.
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Y dentro de todos estos cambios, las organizaciones nos intentamos adaptar a la transformación digital. Pero cometiendo dos graves errores:
- El primero es que abordamos la transformación tecnológica pensando en que esto va de incluir tecnología en lo que hacemos hoy. Y haciendo esto nos perdemos la oportunidad de llevar a cabo una transformación estratégica, en la que analicemos qué queremos ser y dónde queremos estar dentro de tres, cuatro o cinco años y entonces sí, aplicar la tecnología que nos permita llegar a ese punto concreto. Y esa transformación estratégica ha de empezar desde el top de la empresa. Pero es muy importante que llegue a cada uno de nuestros empleados.
- El segundo es que cuando hablamos de transformación tecnológica no entendemos que no va solo de tecnología. Cuando hablamos de transformación digital y/o tecnológica tenemos que pensar en tecnología, pero sobre todo en futuro, en estrategia, en qué queremos ser de mayores… y sobre todo en personas.
La transformación tecnológica va de personas
Las personas que forman parte de nuestra empresa entienden y quieren crecer y hacer crecer a la empresa. Si no aprovechamos el conocimiento que tienen las personas que conforman nuestra empresa para crecer, estaremos aplicando tecnología a procesos, sin más. Y habremos perdido una gran oportunidad.
El mayor conocimiento está dentro, no fuera. Y por eso hay dos facetas importantes a trabajar en la empresa: la innovación, la que aplican las personas cada día, y el intraemprendimiento.
Y para ambas, las personas requieren formación e información.
La transformación tecnológica va de personas que diseñan y adoptan la tecnología en las empresas. Personas que saben que hay cosas poco sustituibles, como la curiosidad por aprender, la capacidad de emocionar, la creatividad para crear el futuro de cada día.
Personas que entienden que somos nómadas del conocimiento, knowmads. Que valdremos más cuanto más sepamos. Y cuanto más entendamos de todo lo que nos rodea.
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El mundo se polarizará entre los expertos en determinados temas y los analfabetos en determinados temas porque los cambios están aquí y van a seguir llegando a mayor velocidad.
Y por eso en las organizaciones, frente al miedo y a la incertidumbre que todo cambio genera, hemos de trabajar tres elementos fundamentales:
- El aprendizaje, la formación constante y práctica que permita que las personas que conforman nuestra empresa crezcan y hagan crecer el proyecto.
- La transparencia, la habilidad de comunicar, comunicar y comunicar (que incluye escuchar) para vencer al miedo y para conseguir un compromiso con nuestro proyecto por parte de todas las personas que lo crean cada día.
- Y la confianza, un ingrediente fundamental para que la innovación y el intraemprendimiento puedan producirse.
Las personas quieren crecer. Es una de las motivaciones más importantes a la hora de elegir un empleo o de sentirse feliz en él. Y las organizaciones tenemos que estar ahí para apoyar ese crecimiento.
Esto es válido para millennials, pero también para el resto de generaciones más senior. El mayor valor añadido que podemos aportar hoy es la formación y el crecimiento en conocimiento.
Cómo entendamos y adoptemos la tecnología en nuestra era es lo que determinará en cuánto tiempo nos extinguiremos.
La tecnología nos tiene que ayudar a ser mejores profesionales, pero sobre todo mejores humanos.
